miércoles, 11 de abril de 2012

TEORÍAS DEL LIBERALISMO Y EL MONETARISMO NUEVA MACROECONOMIA CLÁSICA La llamada Nueva Escuela Clásica se basa en dos supuestos: el primero es la posición de los clásicos y de todos los monetaristas, que los precios y los salarios son flexibles y que se ajustan automáticamente, equilibrando la oferta y la demanda. Inherente a este supuesto es la idea clásica de que los mercados son altamente competitivos. Para la nueva escuela estos supuestos son más evidentes cuando los individuos tienen una mejor información que se toma en cuenta rápidamente haciendo que los precios y las cantidades se ajusten con rapidez. El segundo supuesto es justamente lo que caracteriza a esta corriente, las expectativas racionales. Parten de que los individuos forman sus expectativas con base en la mejor información de que disponen. Al igual que la teoría neoclásica marginalista parten de que los individuos se comportan de manera racional, actúan por su interés propio, saben maximizar su satisfacción y su beneficio. Señalan que los individuos reúnen información y la analizan de manera racional, inteligente, para crear sus expectativas respecto a los temas económicos que les interesan. Estas expectativas influyen en los inversionistas y en los consumidores para gastar y ahorrar en el futuro. Estas expectativas pueden causar incrementos o decrementos en la demanda del mercado con sus ascensos y descensos en los precios. De acuerdo a este supuesto, los gobiernos no pueden engañar a la opinión pública, pues ésta tiene acceso a la misma información que ellos. Una de las implicaciones de la Nueva Macroeconomía Clásica es la “ineficacia” de la política económica, fiscal y monetaria, como le llama Samuelson o la “credibilidad” de Dornbusch, o “la fiabilidad” de Lucas y Sargent. Es en el sentido que los agentes económicos ya conocen lo que sucederá cuando se anuncia una política económica y actúan en consecuencia. Si el gobierno anuncia una política expansiva para incrementar la producción y el empleo, los individuos con base a la experiencia, a la información y a sus conocimientos de teoría económica, prevén o anticipan que habrá inflación, y, consecuentemente, piden aumentos salariales, aumentan los precios y los intereses; el comportamiento colectivo de los agentes económicos lleva, efectivamente, a una inflación y, por tanto, los efectos de la política económica no se concretan en producción real y empleos, nulificándola. Los macroeconomistas de las expectativas racionales se oponen a las políticas económicas discrecionales o impredecibles. Consideran que la política del gobierno puede empeorar las cosas, porque trasmiten señales económicas erróneas, confunden a la opinión pública, distorsionan su conducta económica y provocan despilfarro. El gobierno no puede predecir la economía mejor que el sector privado, o reacciona más lentamente que los agentes privados, o simplemente el mercado actúa, con los supuestos ya vistos, equilibrando la oferta y la demanda más eficientemente de lo que el gobierno hubiera podido hacer. Al igual que el resto de los monetaristas se manifiestan por la regla o norma monetaria. Los nuevos macroeconomistas clásicos consideran los “errores de percepción” de los individuos como la clave de los ciclos económicos. En el caso del desempleo lo consideran en su mayor parte voluntario, acorde con la teoría clásica, al revés de la teoría keynesiana. A su juicio, el desempleo aumenta porque en las crisis hay más personas buscando un trabajo mejor y no porque no encuentren trabajo, ya que al precio vigente el mercado tiene que equilibrar la oferta y la demanda. Creen que el desempleo aumenta porque los trabajadores están equivocados respecto a la situación económica existente y abandonan voluntariamente su empleo con la esperanza de encontrar otro mejor, pero se sorprenden cuando se encuentran en la oficina del desempleo. O, en la fase de expansión del ciclo económico, cuando la gente se equivoca y trabaja con mayor intensidad de la habitual, porque sobrestima los salarios reales, el nivel de producción es elevado y el del desempleo bajo. Los macroeconomistas han criticado la curva de Phillips, que relaciona en sentido inverso la inflación y el desempleo; se les atribuye la autoría de la “nueva curva clásica de Phillips”, que se distingue de la original porque ésta es vertical y no de pendiente negativa. La nueva curva explica que un aumento de los precios y los salarios nominales hace que los trabajadores se confundan, creyendo que sus salarios reales han subido, por lo que deciden trabajar más u ofertar más y los empresarios demandan más trabajo por lo tanto disminuye el desempleo a corto plazo; en este punto coincide con la vieja curva. Pero después las previsiones o expectativas se reajustan y se regresa a la tasa de desempleo anterior o desempleo “natural”, pero con una inflación más alta. Las expectativas aceleraron la inflación. Esta nueva curva de los clásicos es la misma que Friedman y Phelps dieron a conocer en 1967, y Friedman la retomó en 1976 para explicar la contradicción de inflación y desempleo de la recesión mundial. Friedman, en 1976, hace mención especial a las “fecundas contribuciones de John Muth, Robert Lucas y Thomas J. Sargent” al tema de las expectativas racionales y a la curva de Phillips de los clásicos . También se considera miembros de esta corriente a Robert Barro y a Neil Wallace.
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